En Septiembre del año 2000 disfruté de mi primera estancia en el extranjero en calidad de becaria postdoctoral y tuve la inmensa suerte de ser aceptada por Elliot Eisner, todavía en activo, en el School of Education de la prestigiosa universidad de Stanford. En las largas mesas de madera de la Gutman Library pude analizar con placer la biblioteca que Eisner, a través de sus años de docencia e investigación, había dedicado al área de estudio que compartíamos. También asistí a sus clases de doctorado que confirmaron mi admiración hacia su persona como docente. Fueron unos meses de intenso trabajo devorando libros que ya conocía o descubriendo libros nuevos como Critical Art Pedagogy, de Clark, un texto que cambió mi forma de entender la educación artística al posicionarme en ella desde la pedagogía crítica.
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