Hace unas horas que acabo
de salir del cine. Mis hijas no han parpadeado, han contenido la respiración,
se han proyectado en la protagonista y, por supuesto, han aprendido. Creo que uno de los retos más importantes que
tenemos como educadoras y educadores del siglo XXI es volver la educación una
fuerza narrativa, retórica, que conecte con los mecanismos del placer, de la
sorpresa y del drama (en el sentido peliculero) y desterrar de la educación el
aburrimiento, el embotamiento de los sentidos y el dolor. La industria del
entretenimiento lo tiene muy claro: la única forma de que alguien se gaste
dinero en un videojuego, en una serie o en una peli es uniendo los contenidos
con el placer y ¡vaya si lo consiguen!, así que quizás deberíamos utilizar sus
mecanismos para desestabilizarlos y volver a conseguir el PLACER DE APRENDER.
El miércoles 28 de Marzo
en la jornada en la que se reúnen los estudiantes de
los ciclos formativos de Animación Sociocultural de la comunidad de Madrid denominada #Interactúa,
Pedagogías Invisibles y yo intentamos huir de lo descriptivo mediante lo
narrativo para lograr el aprendizaje. La jornada empezó temprano ya que nos
teníamos que desplazar hasta Ujena (Toledo) en un radiante día que parecía de
verano. Llegamos a nuestro destino bastante temprano y allí nos esperaba
nuestro anfitrión Juanjo Vergara,
alma máter de todo el evento y un gran profesional de la educación que practica
la rEDUvolution y ha sido un pionero
del uso de procesos disruptivos de la educación en nuestro país. Tras un
potente desayuno, comenzaron los talleres que iban a impartirse por la mañana.
Nos situamos al borde de una piscina (nada mejor que una granja escuela para
organizar una no-clase) y comenzó nuestra participación.
Empezamos por obligar a que los participantes se
sentasen en filas en el césped mientras yo me subía a una silla que a modo de
tarima habíamos hábilmente colocado en una posición central. Los estudiantes se
dieron cuenta de que así colocados ocurrían al menos dos cosas importantes: que
ellos no se podían ver los unos a los otros mientras que yo podía verlos a todos
perfectamente. Descubierta y repensada la organización panóptica de la
arquitectura de una clase tradicional, explicamos qué eran las Pedagogías Invisibles y organizamos
cinco microproyectos para aplicar el DAT (Detectar, Analizar, Transformar): el
que organizó Edgardo Donoso
descubriría las pedagogías invisibles del pelo para ver cómo comunicamos miles
de cosas a través de este medio; Marta
García trabajaría con el cuerpo y las posturas y con las sutiles
informaciones que elaboramos inconscientemente; Clara Megías abordaría una parte de la indumentaria: los zapatos. Mientras que yo me adentraría en los profundos y opacos mensajes que emanan de
un simple e infravalorado DNI. Al borde de la piscina, bajo las copas de los
árboles movidos por el viento, fuimos haciéndonos preguntas sobre todos estos
temas y, en mi caso, fue muy disruptiva la parte de transformación donde cada
uno de nosotros diseñamos un DNI con todo aquello que nos representa de verdad, como la música que nos gusta o el lugar al que de verdad nos sentimos unidos.
A las 12 empezó una charla
a la que se acercaron los cerca de 60 estudiantes congregados en las jornadas. En
este caso la narratividad no la creamos solo a través del contenido sino
transformando el formato del evento pues les
pedimos a los participantes que se trajesen sus sacos de dormir y se
relajasen en el suelo y claro, esta rotura narrativa funcionó: se diluyeron las
barreras y la efervescencia que se creó me impidió hablar ya que los
estudiantes tomaron la palabra y dieron ellos la conferencia: se convirtieron
en los protagonistas invirtiendo la jerarquía de la participación.
¿Qué hubiera ocurrido si
en vez de sobre el pelo, las manos, los zapatos y los DNIs hubiésemos descrito a palo seco lo que son las pedagogías invisibles?
¿Qué hubiera ocurrido si en vez de ofrecer la posibilidad de asistir envuelto en tu saco hubiésemos obligado
a los participantes a permanecer sentados sin moverse y sin hablar las dos
horas de las que disponíamos y las hubiésemos utilizado para enumerar una
retahíla de temas sin más?
Quizás el aprendizaje no
hubiese ocurrido, ni las ganas que vimos, ni los cuerpos tensos que querían participar levantando la mano con
evidente placer porque quizás por fin estaban aprendiendo.
Saltemos a la piscina. Saltemos a lo narrativo.
2 comentarios:
GENIAL y punto. Os sigo
María.. tenerte allí no solo fué un lujo: Además un verdadero placer. Y el placer no se olvida... es LA GRAN FUENTE DE APRENDIZAJE -yo creo que la única- que algunas personas saben producir. Enhorabuena por ser una de ellas. Y gracias por dejarte liar.
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