La sociedad de consumo es
un sistema que te hace creer que la felicidad consiste en lo que el individuo
coge de ella: bienes, trabajo, relaciones... Este modelo donde el capital es el
centro, nos transmite la idea de que solo nos hace felices todo aquello que
proviene del exterior y que consumimos para llenarnos. Pero, según Zygmunt Bauman (defensor del Manifiesto
Generativi basado en el texto de 2014
de Mauro Magatti e Chiara Giaccardi) realmente ocurre todo lo
contrario: solo alcanzaremos la verdadera felicidad cuando lo que hagamos sea
aportar a la sociedad, cuando demos en
vez de cuando compremos, cuando generemos
en vez de cuando consumamos.
Me he topado con este nuevo concepto a miles de kilómetros sobre el
nivel del mar, mientras regreso a Madrid tras pasar ocho días en Chile, un país
con una historia reciente, compleja y dolorosa, en donde el debate sobre las políticas de reparación de los desastres de la dictadura, en vez de pasar
por una suerte de cobertura cosmética, pasan por una realidad palpable centrada
en la necesidad urgente del cambio de paradigma educativo. Y creo que toparme
con este concepto en este momento, en este viaje, no ha sido casual, porque la
idea de ser felices generando en
oposición a ser felices consumiendo, sustenta no solo lo que he venido a
contar sino, y esto es lo verdaderamente importante, lo que se necesita
impulsar desde lo educativo para que de las
políticas del consumo pasemos a las políticas de la felicidad.
El proyecto del viaje se inició hace mucho tiempo de la mano de cuatro
instituciones culturales, dos públicas y dos privadas: El Museo de la Memoria, el Consejo Nacional de Cultura del Gobierno, Fundación
Telefónica y Editorial Santillana.
Me parece sumamente importante resaltar que las dos instituciones que de alguna
manera hubiesen sido las que de forma natural tendrían que haber propiciado la
invitación, se han quedado al margen: la universidad y el Ministerio de Educación.
Tanto en Chile como en España, como en otros lugares que tengo el privilegio de
visitar, es desde las instituciones y los agentes vinculados con la cultura (y
especialmente con las artes visuales) desde donde se está impulsando este
proceso de innovación, este proceso de pregunta y de revulsión crítica, en vez
desde la instituciones que supuestamente tendrían que estar trabajando sobre el
tema. Qué paradójico.
Mi trabajo comenzó el sábado 10 de mayo con la exploración de la ciudad durante
los días previos a los eventos programados. Desde el mercado de pescado hasta
la visita a la exposición Eclipse (sobre
la reciente historia del videoclip y el vídeo arte), el debate sobre lo
educativo se cruzaba en las conversaciones mantenidas con los educadores de la
muestra, los vendedores de los puestos y los taxistas que nos llevaban a Claudia Villaseca y Carola López Pazos (mis amigas, guías y agentes de cambio super
potentes) por las intrincadas callejuelas del centro de Santiago. Tras esta primera toma de contacto donde se
hizo evidente el interés de la sociedad chilena por el problema de la
educación, el lunes 11 tuvo lugar el laboratorio con Colabora, la red mediante la que se han asociado el conjunto de
departamentos de educación de los museos chilenos y desde donde exploramos la figura del educador como agente político.
El martes 12 fue de máxima
intensidad, el día de la celebración de la Semana
de la Educación Artística organizada por el Consejo Nacional de Cultura, un evento de máxima importancia que visibiliza el nuevo papel que la
educación de las artes visuales tiene en el gobierno de Michelle Bachelet emigrando desde
un paradigma periférico a un paradigma central. Mi contribución se centró
en la idea de que, en un mundo evidentemente visual, la educación artística debe
de quitarse la etiqueta de que estamos aquí para “producir cosas lindas” y pasar a evidenciar la central importancia del lenguaje visual
(tanto desde la cultura visual como desde el arte contemporáneo) en la
construcción del conocimiento contemporáneo: deconstruir, analizar y quizá
producir (pero definitivamente las dos anteriores) deben de convertirse en el
centro de nuestra actividad vinculada al conocimiento, el proceso y la
remezcla.
Uno de los momentos más increíbles de la
jornada fue conocer a Inés Sanguinetti,
transformadora social argentina y ejemplo viviente (lleno de energía y de
pasión) de que el arte ha muerto por
lo que debemos de empezar a hablar de la Arteduacción.
Inés ejemplifica la idea de que no hay diferencias entre ser artista y ser
educadora, aceptando que todo arte es pedagógico y toda pedagogía es artística
cuando subió al escenario y nos hizo frotar las manos, clapear, trinar y finalmente patalear para generar una selva
tropical en medio del frío auditorio en el que estábamos, demostrando que las artes visuales no necesitan de
materiales extra, que la magia se puede producir en cualquier sitio y que
el cambio de formato es lo que verdaderamente produce el empoderamiento de la
audiencia.
Sin casi tiempo para respirar,
llegamos al miércoles, donde por la mañana alcancé a tener algo impensable en
otros lugares, diez minutos en la TV nacional y otros quince en el maravilloso
programa de radio conducido por el ácido periodista Matías del Río. En ambos contextos el debate entre la calidad o la gratuidad (verdadero
centro de las discusiones pedagógicas en Chile) me llevó a defender mi opinión
de que la calidad debe estar focalizada
en el cómo y no tanto en el qué, defender que de la brecha de las
infraestructuras o de la brecha tecnológica definitivamente tenemos que pasar a
preguntarnos por la brecha metodológica,
mucho más allá de unos contenidos que ya están en Google. Por la tarde, tuve el
placer de compartir estas ideas (centrales en la #rEDUvolution) con Mario Waissbluth, Eugenio Severín y Cristian
Bravo (agentes chilenos del cambio de paradigma, siendo el primero
el coordinador nacional del movimiento ciudadano Educación 2020), en el evento organizado por Fundación Telefónica y
al que acudieron casi 300 docentes.
El jueves de la Semana de la Educación Artística continuó en la ciudad de
Concepción y en esta sesión tuve la oportunidad de generar no solo con un grupo
de profesores de la región, sino de los artistas residentes del Programa Acciona (diseñado y coordinado
desde el Consejo de Cultura) quienes me enseñaron el increíble trabajo que
están llevando a cabo en las regiones más alejadas de Santiago con proyectos que
definitivamente pertenecen (como el de
Sady) al paradigma de la Educación
Artística como Vehículo de Conocimiento, llevando el arte contemporáneo a
la práctica durante nueve meses tanto desde el análisis como desde la creación.
Fue increíble comprobar cómo precisamente es desde la periferia donde están
desarrollando proyectos en ocasiones más interesantes que en las grandes
ciudades y desde donde se demanda la
necesidad de escribir sobre todo esto que está pasando para así tener
materiales alternativos a los anglosajones en la construcción de nuestra propia
historia de la Educación Artística.
El último día de trabajo fue el viernes pasado. El Departamento de
Educación y Audiencias del Museo de la Memoria (MDM), coordinado por Jo Simeon me
otorgó la posibilidad de compartir con ellos la mañana, experiencia que comenzó
con la visita a la obra de Alfredo Jar
Geografía de la conciencia, que ya en
sí misma es un maravilloso proceso de reparación simbólica de las casi 4000 víctimas
fatales que ha dejado tras de sí la dictadura. Tras la visita a la cámara de
Jar, Jordi nos condujo por las salas
del museo a sus compañeros y a mí para trazar el mapa de una institución
centrada en el relato y la memoria de las víctimas desde las comisiones de verdad: salas que muestran los documentos falseados, los 1132 centros de tortura,
salas desde donde una museología lo más
aséptica posible imposibilita la neutralidad o la indiferencia, fueron el
preámbulo de un laboratorio centrado en cinco aspectos cruciales en las instituciones culturales hoy:
- La reflexión sobre los sistemas de comunicación de la institución con las audiencias y cómo se manejan las tensiones entre el relato de la institución y el del espectador
- La construcción de las dinámicas de poder y el formato de visita guiada en el MDM y la paradoja de un museo que entiende la Democracia como principal eje de trabajo, pero que emplea para ese trabajo formatos antidemocráticos
- La visibilización del departamento de educación y sus geografías (preguntándonos por qué las aulas didácticas siempre están en un sótano ciego) y el debate de si salir o no salir de ellas
- La reflexión sobre los formatos educativos asimilados como los hegemónicos en los museos (visita guiada, familiar, escolar etc.) y su posible transformación a través de metodologías artísticas que deshabilitan el simulacro y conduzcan al aprendizaje
- La necesidad de construir archivos desde donde investigar y visibilizar el trabajo educativo de las instituciones culturales
Tengo que decir que todo
el laboratorio se llevó a cabo con un partícipe de excepción: Ricardo Brodsky, director del museo. El
gesto de su participación fue inestimable en esta voluntad del MDM por
reflexionarse a sí mismo y por situar al Departamento de Educación a igual
nivel de atención que el resto de departamentos del museo.
Si de alguna manera
pudiese resumir todo lo que he aprendido estos ocho días volvería a utilizar la
metáfora que apoya Bauman: siento que no
he venido a Chile a dar ni a llevarme nada sino a generar conjuntamente con todas las personas que he conocido una primera
ola, una micro revolución que poco a poco, ola a ola (junto con las olas de
Pablo, de Beatriz, de Dani, de Inés, de Jordi, de Eugenia, de Jo, de Pancho, de
Sofía, de Paula, de Amelia, de Maria Ignacia, de Rosita, de Claudia, de Carola,
de Marcelo, de Rodrigo, de Alejandra, de Soledad, de Angélica, de Christian y
de los cientos de personas que he conocido) se juntarán en un maravilloso tsunami que transformará el mundo en un
lugar mejor.
2 comentarios:
En varias oportunidades usé la palabra tsunami en charlas, aprovechando que la puso de moda el ex presidente de Chile que al decirla pronunciaba la "t", entonces decía Tusunami. la idea era encontrar otras palabras que empiezan con T y que tal vez podemos obviar de pronunciar, y la que más me justa es Terror, que al sacarle la T se pronuncia Error. El error, acto propio de la creación, que en el mundo escolar está prohibido y castigado. ¿cómo creamos sin error, cómo aprendemos sin error?
Gracias María por tu visita a Chile, nos llenaste de energía, de motivo y motivación para seguir avanzando sin temor al error, más bien abiertos a equivocarnos cuando estamos abriendo caminos nuevos.
abrazos Pablo
erré...quise decir gusta
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