La semana pasada tuve una revelación mirando durante más de cinco minutos una tarima, ese elemento tan típicamente educativo sobre la que se sitúa tradicionalmente el profesor y que fue fuertemente reivindicada hace unos años por la presidenta de la comunidad de Madrid Esperanza Aguirre, como elemento central del acto pedagógico.
Reflexionando sobre por qué el Partido Popular
reivindicaba el uso de la tarima en el siglo XXI me di cuanta de algo de suma
importancia: la tarima NO ES UN
DISPOSITIVO para que los estudiantes vean mejor al profesor, es un DISPOSITIVO
para que el profesor pueda ejercer la vigilancia sobre los estudiantes.
Este es un muy buen ejemplo del concepto violencia
simbólica desarrollado por Bordieu y
Passeron en su magnífico libro La
reproducción (publicado en castellano en el 2008) y cómo ésta puede ser
ejercida a través de diferentes dispositivos, en este caso a través de uno que
pertenece a algo que parece no tenerse mucho en cuenta: el mobiliario. Esta
idea de la tarima enlaza con otra idea: que la disposición espacial del aula tradicional tiene que ver con el
panóptico (Torres2003, 42): la organización arquitectónica que persigue la
vigilancia permanente y que es la que organiza el modo de vida de las cárceles.
Es decir, reflexionando sobre la tarima, me di cuenta de que la organización
espacial del aula dista mucho de tener como objetivo el aprendizaje: tiene como
objetivo la vigilancia, el control, tiene como objetivo establecer un uso
narrativo del espacio sobre el que sobrevuela la idea del castigo.
Del descubrimiento de la tarima como centro de
vigilancia pasé al descubrimiento del currículum
opaco, ese que va más allá del currículum
oculto: ese que oculta que está oculto, es decir, un currículum aparentemente
explícito y visible como la tarima, que nos dice “estoy aquí para que me
puedas ver mejor” pero que en una capa inferior nos cuenta “estoy aquí
para poder verte mejor”. Partiendo de la estrategia típicamente feminista
del conocimiento situado, algo que parece explícito se revela como
perversamente implícito en un juego de pliegues y capas que nos desbordan.
Estos dos descubrimientos
entroncan con algo con lo que llevamos trabajando todo este año en el proyecto Esto
No Es Una Clase: la importancia del mobiliario en la educación. Creo
que uno de los elementos claves de la rEDUvolution es entender el uso
narrativo del espacio y el mobiliario en el aula y transformar las dinámicas de
poder alterando esos usos que parecen inamovibles pero que no lo son. Por ejemplo, en el proyecto Esto No Es Una
Clase vamos a dedicar un capítulo entero al tema de la puerta: dejarla
abierta, cerrada o entornada significa cosas muy distintas, más allá de la
necesidad práctica de cerrarla cuando hay ruido fuera. La puerta es el lugar a
través del cual pasamos y nos investimos con los roles de profesor y de
alumno; es, por lo tanto, un recurso cargado de significado que nos performa
de manera determinada. Dar una clase con la puerta cerrada por obligación del
profesor o dar una clase con la puerta cerrada porque se ha llegado a un
consenso entre la comunidad de estudiantes y profesores es algo muy diferente.
Creo que hay que repensar los espacios docentes desde la perspectiva de su narración para abolir las visiones panópticas del aula-prisión y construir no-aulas:
espacios de reunión donde sucede el aprendizaje.
¿Dejamos la puerta abierta?
4 comentarios:
Hola María! ¿me puedes indicar en que libro de Torres y editorial aparece ese concepto? me gustaría leer más sobre esto. Mil gracias
con todo esto, para cuando ¿pedagogías invisibles proyectará un aula invisible?
Cuando nuestros amigos arquitectos nos ayuden a hacerlo....: )
Hola Amanda:
encantada de darte la referencia aunque en el libro no hay mucho mas, se cita el término (panóptico) relacionado con la educación y ya. Creo que sobre muchas de las cosas sobre las que trato en mi blog las que tendremos que escribir somos nosotras!!!!
TORRES, J: (2003): El currículum oculto. Madrid: Morata
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