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2014 Del estudiante como objeto al estudiante como sujeto: gestores culturales, perfomances y otras formas de romper el formato



Hace ya tres años se instaló una obsesión en mi cerebro, una obsesión que va mucho mas allá de la educación disruptiva o del edupunk, una obsesión que compruebo día a día cómo funciona y cómo empodera: es la obsesión por romper el formato, especialmente por romper el formato de la lección magistral. El culpable de todo esto no es otro que Alejandro Piscitelli quien, desde que le conocí en 2011, me repitió hasta la saciedad que “Las energías deben estar puestas no solo en lo que vamos a transmitir sino en la arquitectura de su transmisión”. En mi cabeza resuena desde entonces la realidad de que yo no trabajaba a la manera de las teorías que estaba enseñando y mi forma de dar clase era ante todo paradójica: ahí estaba defendiendo la pedagogía crítica como contenido mediante un formato de transmisión vertical, unidireccional y monológico.


Desde entonces, una de mis mayores preocupaciones como no/docente ha sido entender mis clases y mis charlas como entornos de inmersión y participación donde intento crear una comunidad desde donde se generen flujos de conocimiento rizomático. Pero, que esté obsesionada con romper el formato no quiere decir que no me cueste hacerlo, porque resulta una evidencia que hacerlo no solo necesita de más tiempo, más materiales, más esfuerzo…, sino que necesita más valor. Establece en mi rutina la duda, el miedo hacia lo inesperado, esa sensación de descontrol, esa incomodidad de no saber si me tomarán en serio….


A principios de curso recibí la invitación del Máster en Gestión Cultural de la Carlos III para impartir una sesión dentro del módulo de Difusión, coordinado por Susana Gómez San Segundo, en el que se introducía como innovación interna un apartado dedicado en exclusiva a la educación. En este caso, tuve el placer de compartir la experiencia con Javier Laporta, uno de los profesionales que conozco más preocupados por el ámbito educativo, que ha coordinado en los últimos años las actividades de mediación de Matadero Madrid, que en estos momentos continúa haciendo lo mismo en MediaLab Prado y que es miembro activo del colectivo Pedagogías Invisibles. Inmediatamente después de saber que en la sesión participaríamos uno detrás del otro, decidimos hacerlo de manera conjunta, así que mi preocupación por romper el formato se convirtió en la suya y tuvimos varias reuniones preparatorias que, como no puede ser de otra manera con Javier, se convirtieron en un placer.


Nuestra principal preocupación con respecto a los contenidos se centró en la idea del gestor cultural como agente político y en reivindicar la necesidad de convertir la educación en la columna vertebral de la gestión cultural cuando, hoy es el día en lo educativo se continúa entendiendo como un servicio, como una actividad periférica en muchos casos naif, dentro de las instituciones culturales. Por esta razón, comenzamos a romper el formato desde la selección del título y decidimos llamar a la sesión Gestión cultural y educación: una historia de amor. Desde la concepción de lo educativo como una actividad periférica y aséptica invitamos a los futuros gestores a entenderlo como la columna vertebral de su trabajo a partir de siete ejes:
  • El gestor cultural como intelectual.
  • La gestión cultural como acción política.
  • La gestión cultural como microrrevoluciones cotidianas.
  • El posicionamiento intelectual como elemento de base.
  • La gestión como producción.
  • La necesidad de investigar.
  • La necesidad de archivar y visibilizar.

Una vez aclarados los contenidos, lo siguiente fue preguntarnos cómo romper el formato. Para empezar el espacio físico con el que contábamos (como ocurre en el 99% de los casos) no invitaba a la participación: el imaginario del aula industrial está fuertemente arraigado de manera que el mobiliario se ordenaba de manera escolar mientras que el atril y la pantalla (en este caso doble) ocupaban una espacio ultra blanco, casi un quirófano. Lo primero que hicimos fue quitar las mesas y organizar las sillas en círculo, lo segundo habitar el espacio y dar color: mandarinas, chocolate, guirnaldas rojas, plantas ultra verdes y paredes repletas,  y por último un detonante espectacular (un carrito de la compra que Javier, lejos de esconder, situó en paralelo al atril) todo esto consiguió desde lo físico transformar los cuerpos, conectar las ideas y reproducir flujos flexibles en vez de silencios. 


Para continuar, desde el comienzo intentamos desterrar el simulacro (escuchar y tomar apuntes) y producir una experiencia transformadora, de manera que comenzamos invitando a los participantes a diseñar un programa educativo desde el que analizamos los siete ejes seleccionados. Entendiendo a los estudiantes como sujetos de su propio aprendizaje en vez de cómo objetos de un proceso que quizás solo llegase hasta la certificación, Javier y yo intentamos aprender con ellos (no solo de ellos) y generar cuatro horas de investigación, reflexión y producción. La arquitectura de transmisión, la narratividad y el humor consiguieron que el amor se colase más allá del título de la sesión.



Unas semanas más tarde, Essi Kaussalainen, artista finesa participante de la última edición de El Ranchito en Matadero Madrid, organizó el proyecto Interior Landscape en colaboración con el colegio Las Naciones y los estudiantes de 4º de primaria. Essi es una productora cultural cuyo principal medio de trabajo son las perfomances y cuya última trayectoria le está llevando a emigrar de acciones en las que aparece ella sola a acciones en las que invita a otros agentes a participar, niñas y niños principalmente. El proyecto que ha diseñado en este caso se ha centrado en dos actividades: la primera realizada en el colegio citado y la segunda en la Nave 16 de Matadero.


Durante la primera actividad, Essi mostró su trabajo a los estudiantes al tiempo que explicaba los fundamentos del arte contemporáneo y la perfomance haciendo especial hincapié en los significados imbricados en sus piezas y que comunica mediante un conjunto de microdiscursos emitidos desde las herramientas que seleccionadel lenguaje visual. Essi nos explicó cómo está trabajando en colaboración con un biólogo preocupado por el tema de la comunicación de las plantas y cómo una de sus últimas piezas tratan de reflexionar sobre este mismo tema, pero desde el contexto de lo artístico en vez del contexto de la ciencia. Para terminar este primer día, Essi invitó a los futuros performers a reflexionar sobre cuáles son aquellas cosas sin las que es imposible vivir, y tras apuntar cuidadosamente las respuestas, organizó el trabajo a realizar antes de ir a Matadero en el que cada artista/niño tenía que realizar una redacción sobre qué es y para qué sirve un paisaje.


Una semana después llegamos a la Nave 16 con las expectativas muy altas y, tras la explicación de las reglas del juego (no tocar el trabajo de los otros residentes con los que compartíamos espacio y no dañarnos unos a otros) Essi invitó a los niños y niñas a firmar su contrato como artistas. Tras esta toma de contacto, Essi llegó con un enorme recipiente lleno de flores que los estudiantes recogieron transformando su uso y prolongando sus cuerpos de forma vegetal, conformando con las flores parte de su nuevo paisaje corporal. Tras la acción, nos sentamos en círculo para reflexionar sobre lo que había ocurrido y qué era lo que habíamos creado, secuencia en la que cada participante explicó los elementos que conformaban su paisaje interior. 


Una vez más comprobamos como emigrar de la educación artística como manualidades a la Educación Artística como Vehículo de Conocimiento (conocimiento, proceso y creatividad) es un paso maravilloso y empoderador, una experiencia placentera que nos conecta con lo que ocurre en el mundo y nos hace conocer y reflexionar críticamente desde las artes visuales. Con respecto a la arquitectura de transmisión que utilizó Essi, es importante señalar el hecho de que no invitó a los estudiantes de Las Naciones para que fuesen objetos de un perfomance realizado por ella, Essi les dio la oportunidad de transformarse en performers, de ser ellos, y no ella, los sujetos de la acción.


De la misma manera que Javier y yo intentamos que los estudiantes del Máster de Gestión Cultural fuesen los agentes directos de su sesión en vez de receptores pasivos, Kausalainen introdujo sus contenidos (arte contemporáneo, perfomance y paisaje interior) mediante un proceso completamente participativo dando la vuelta a las arquitecturas de transmisión tradicionales. Quedan muy lejos la toma de apuntes estéril y la manualidad yerma: nos encontramos con la efervescencia, la remezcla creativa y el placer por conocer así que, a pesar de los pesares, compruebo día a día los beneficios de mi obsesión. 

Gracias Alejandro por invitarme a romper el formato.


2014 ¿Dónde está el arte? o por qué disfrutar de cómo caen los polvos del Cola-Cao en un vaso de leche es igual de potente que visitar un museo


“Arte es todo aquello que decidimos mirar artísticamente”
El arte como experiencia
John Dewey



¿Dónde está el arte? Esta es la pregunta que me hizo mi hija Paz hace unos días, sobrecogida por la conversación que manteníamos varios adultos a su alrededor sobre el espinoso tema de la legitimación del arte contemporáneo y, lo mismo que hago con los estudiantes de la Facultad de Bellas Artes de la UCM (que sorprendentemente tienen las mismas dudas que ella), la pregunta me posibilitó abrir el debate sobre las diferencias entre decidir entrar en el circuito del mundo profesional del arte contemporáneo o no entrar en ese mundo profesional, quedarte fuera. Si decides entrar lo primero que necesitas es legitimarte, de manera que tienes que seguir una serie de pasos: la obra de arte no debe ser casual, hay que enmarcarla dentro de una trayectoria, exponer en lugares físicos muy concretos así como aparecer en webs y revistas de referencia que te posicionen dentro de la selección realizada por comisario o un blogero de renombre. Como los estudiantes siempre se enfadan cuando explico este proceso utilizo una metáfora: no es lo mismo jugar al fútbol en el patio de tu casa (fútbol no profesional) que entrar en el Real Madrid (fútbol profesional). Para que ocurra lo segundo también hay que pasar por un proceso de legitimación super estricto: has de ser seleccionado por un ojeador, entran en un equipo de renombre, etc.




Pero, no es lo mismo el arte legitimado que la experiencia estética. La segunda, como ya dijo Dewey en Arts as experience y Alan Kaprow en La educación del desartista, se puede encontrar en cualquier momento y en cualquier lugar si adiestramos nuestros ojos y nuestro cerebro para ello: disfrutamos al mirar como se distribuyen los polvos del Cola-Cao en un vaso de leche, el rastro que dejan la suela de los zapatos en el barro o el sonido del viento contra nuestro parabrisas. Quiero dedicar este primer post de 2014 a la idea de que el arte está en todas partes mediante tres experiencias muy distintas: un taller esperado (Ko-nichi wART)  dentro del contexto de una institución de arte legitimada y dos talleres inesperados (BlueBath y Caza-Dora) relacionados con la trasformación estética de la acción cotidiana de bañarse y el re-descubrimiento de una pieza de ropa.




Ko-nichi wART es una actividad nacida de una colaboración entre el colegio Las Naciones y el Centro de Creación Contemporánea Matadero Madrid a través de la cual Yuta Nakajima (artista japonés que ha participado como residente en la última edición de El Ranchito http://nakajimayuta.net) ha realizado dos talleres para los estudiantes de Primero de Primaria del centro escolar citado. La obra de Yuta es muy peculiar ya que la mayoría de sus obras implican a los niños como agentes productores de actividades tan complejas como, por ejemplo, crear esculturas con toallas empapadas en una nave frigorífica. Casi todas ellas podrían definirse dentro de la categoría de arte relacional infantil de manera que entran de lleno en lo que vengo denominando como Educación Artística como Vehículo de Conocimiento. 



En el caso de su propuesta para El Ranchito, Yuta ideó una obra dividida en dos sesiones. La primera consistió en su visita al colegio citado para realizar una sesión de trabajo comparativo entre la cultura japonesa y la española (que ya había sido previamente realizada a la inversa en Japón) dividida en cuatro fases que emigraban de lo concreto a lo abstracto: dibujar una niña japonesa (en el taller en Japón la actividad consistió en dibujar una niña española), una bebida japonesa, el Monstruo japonés y, por último, dibujar una mentira. Yuta dividió los enormes trozos de papel que traía en ochos apartados simplemente plegándolos y en ellos los participantes realizaron sus propuestas: las más interesantes fluyeron ante el problema de dibujar una mentira ya que previamente había que mentir y mentir para dibujar es una tarea intelectual compleja… “Hoy he desayunado una babosa”, “Me he comprado un ipad nuevo” o “Soy viejo” son algunas de las mentiras que luego tocó dibujar.  




En el segundo taller los estudiantes de Primero de Primaria se desplazaron hasta la zona de trabajo de Yuta Nakajima en Matadero todos vestidos de rojo, una norma absurda diseñada por Yuta y que nos invitó a reflexionar sobre quién pone las normas y por qué. La experiencia de ir todos vestidos del mismo color rojo resultó bastante potente en sí misma, acción que se multiplicó por mil cuando llegamos a El Ranchito y nos sentamos encima de planchas de papel forradas de espejo: los reflejos de los cuerpos cobraron un valor inusual al tiempo que los niños y niñas realizaban incisiones en la superficie del papel creando una especie de alfombra creada a través de la acumulación de las incisiones. El procedimiento de archivo del taller a través de fotografías posibilita que Yuta realice un vídeo final en el que se visibiliza parte del proceso. 





Tras una experiencia completamente legitimada, esa misma noche mis hijas y yo creamos el taller inesperado BlueBath, una actividad estética generada en el baño de nuestra casa a través de bolas de gelatina azul. A través del tacto y de la vista transformamos la experiencia cotidiana del baño en una sesión de body art, donde lo importante no era limpiarse sino transitar dentro de una sustancia diferente que nos invitaba a quedarnos y a salir del baño la vez. Reflexionar sobre cómo podemos imaginar  un simple cuarto de baño como un taller de producción cultural así como las diferencias y similitudes con lo que ocurrió en Matadero, consistió en parte del núcleo intelectual de BlueBath.


 Y, para terminar, Caza-Dora, una actividad que sucedió de manera casual, improvisada cuando Paz metió los pies en un lugar que no era el adecuado. De repente, una prenda sin más se convirtió en una osadía, en un algo inidentificable, en una sorpresa generando tanto en la propia autora como en los demás, la sensación de que todo es posible, que es importante extrañar, mirar las cosas viejas como si fueran nuevas y repensar su uso.

El placer ha sido parte fundamental de estas tres experiencias, además del conocimiento, el proceso y la creatividad alejándolas del marco de las manualidades y posicionándolas dentro de la contemporaneidad, empoderando a sus participantes como productores culturales a los 6 años, demostrando que para desarrollar las artes visuales no es necesario más que tiempo, buenas ideas y formatos interesantes. Tanto en Matadero Madrid (como en el Cuarto de Baño o en el Jardín) el arte florece cuando somos capaces de descubrirlo por lo que la educación artística tiene un papel fundamental: que aprendamos a reconocerlo.