Competir, en muchos de los
casos, nos lleva a la esterilidad. El trabajo aislado, secretista y desconfiado
solo produce desconsuelo. En cambio, cuando trabajamos de forma colaborativa,
en red, cuando de cada trozo del rizoma brota uno nuevo (“Cualquier punto del
rizoma puede ser conectado con cualquier otro y debe serlo.” Deleuze y
Guattari) es cuando se produce la fertilidad, cuando el conocimiento nos atraviesa
como una flecha y somos capaces de transformar aquello que necesita ser
transformado.
Llevo casi una semana en
Costa Rica y no tengo más que pruebas a mi alrededor de la fertilidad del
trabajo en red y la potencia con la que surgen los deseos cuando son
compartidos. He venido a este país invitada por la Escuela de Artes de la Universidad Nacional (UNA) para desarrollar
el #LEAD o Laboratorio de Educación
Artística Disruptiva que ha sido organizado de forma impecable por el
profesor José Montero. Dividido en
tres sesiones (rEDUvolution, paraguas disruptivos y placentas…) el laboratorio
ha consistido en un proceso de investigación sobre el contenido y los formatos que necesitamos HOY para el desarrollo de
una educación artística contemporánea.

El segundo día, un trozo de tela nos sirvió para trabajar sobre las diferencias entre posmodernidad y modernidad en un encuentro con las principales líneas metodológicas de una educación artística contemporánea: educación artística posmoderna, para la cultura visual y crítica, edupunk y pedagogías regenerativas. Tras la comida debatimos sobre aquello que se había iniciado el día anterior y representamos las artes visuales y la educación mediante dos instalaciones gigantes de colores opuestos que, en un principio, permanecieron asiladas y separadas por una barrera hasta que alguien inició el proceso de aproximación que tanto necesitamos para encontrar más similitudes que diferencias entre artistas y profesores.
Y llegamos al tercer día donde
analizamos los pasos del método Placenta
y realizamos un cata de platos típicos
que nos sirvió de metáfora sobre la evaluación. Cada uno de nosotros tuvo que evaluar el plato de
los demás según un criterio propio y poner notas del 1 al 10. Quedó claro lo
personal de los criterios, la subjetividad de las decisiones y lo absurdo de la
evaluación.
Tras el seminario, tuvo
lugar la charla ¿Pero existieron alguna
vez las Torres Gemelas? donde, en este caso con estudiantes de otras
especialidades, defendí la importancia
de asignaturas relacionadas con la educación en las facultades de Bellas Artes
y cómo y por qué hay que suprimir la idea de que ser profesor es una labor
inferior a ser artista, algo por desgracia muy extendido entre los propios
docentes….
Por último, ayer viernes, mi cuerpo creció y de mí brotó un nuevo rizoma. Como si de una planta bulbosa yo misma me tratara, no se inició sino que se continuó un
proceso de cambio a través de la creación del colectivo que continuará luchando
por el cambio en la educación artística en la UNA. En el césped, con los
pies descalzos y varios insectos perforando nuestra piel, representamos
físicamente el rizoma que construimos mentalmente. Fue una experiencia
empoderadora.
Me siento feliz de haber dado lo que no tenía ("Educar es
como dar lo que no tengo." E. Ellsworth) porque todo lo que ocurrió, lo que emergió,
lo que sucedió, ya estaba aquí. Quizás yo vine a catalizar una lava que estaba
dentro del volcán y que solo tuvo que ser prendida. Como una catarata, el
conocimiento fluyó para transformar todo aquello que la educación artística
debe convertir en otra cosa. Esta es la
verdadera pedagogía, la pedagogía de la fertilidad, de la generación y de la
abundancia.
Gracias